¿Cuándo vas a destruir tu YO? ¿cuándo vas a entregarme tus posesiones?
tu mujer a la que asearé y daré su lugar en el mundo
tus libros pergaminos tu aspiradora a mano para los ácaros y el polvo
tus bravos canes que resoplan sus hocicos como cuernos de caza
tu toga bordada y varias hectáreas.
Tus ojos no ven fallas, están tan limpios que podría sembrar en ellos.
¿Cuándo vas a destruir tu YO, tu pequeño gimnasio dentro del samsara?
¿Cuándo vas a entregarme tu afeitadora?
tu cuenta de facebook y las imágenes de los planetas que visitaste
tus muebles tus papeles en regla y pensión de la AFP;
en concreto, ¿cuándo vas a publicar
tu lista de refugiadas y refugiados tibetanos que fueron tu perfume?
Tus cuatro erógenas ruedas del placer están ponchadas
así que os construiré una ermita
apreciado y confeso amigo budista te confeccionaré un letrero :
“El Fin del mundo trabajando. No molestar.”
No dañaré a tus vecinos naturales: aquel árbol ni aquel arbusto
te daré algunos fósforos por si amaneces con la inquietud de ser bonzo
Y puedas despegar como un cohete la cabeza de tu cuerpo.
He colocado sensores en el patio como collares
para que mantengan alejados a los curiosos.
Tengo estampitas y camisetas con el rostro
llameante, compasivo del dalai lama.
Me agenciaré para suscribirte con el Tibet Journal
para que me envíe electrónicamente y por correo
fascículos del Manual para mantener un budista en casa.
He sentido frío, una brisa helada que pasó entre las cortinas
y pienso que cada día te pareces más al Himalaya que ansías.